Mi tramposa Cenicienta by Silvia García Ruiz

autor:Silvia García Ruiz [García Ruiz, Silvia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2021-11-10T00:00:00+00:00

Capítulo 11

Al día siguiente, después de la llegada de esa extraña chica, todos los curiosos y cotillas del pueblo acudieron al bar intentando buscar una oportunidad para deslizar disimuladamente sus apuestas en las manos de la vieja Zoe, que, cuando su socio no miraba, ella no dudaba en apuntar en su pizarra; una en la que ahora aparecían los nombres de Raymond y Sabrina mientras todos esperaban a ver cómo terminaría esa extraña historia de amor entre un príncipe bastante imperfecto y una tramposa Cenicienta.

A lo largo de las semanas, los habituales del bar de Zoe habían contemplado con creciente admiración a la joven, ya que, cuando el trabajo apremiaba, no se quejaba como hacían otras camareras que Raymond había contratado con anterioridad. En lugar de eso, llevaba las bandejas llenas con una sonrisa, tarareaba por el bar las canciones que Raymond ponía en la vieja máquina de discos, solo para escucharla, y en más de una ocasión le había quitado alguna pesada tarea de las manos a Zoe antes de que él lo hiciera, ganándose el corazón de todos los asiduos.

Como los parroquianos habituales adoraban las apuestas, siempre mantenían silencio cuando esos dos se enfrentaban mientras se frotaban las manos con impaciencia. Sobre todo cuando Raymond intentaba provocar a su Cenicienta.

—He pensado que tal vez deberías llevar alguna clase de uniforme —manifestó él socarronamente ese día, mostrando una perversa sonrisa que anunciaba que estaba planeando una de las suyas.

—¿Qué tipo de uniforme? —preguntó ella, alerta al recordar cómo era ese bromista personaje al que le gustaba jugar con todos.

—Pues verás, después de recordar tus gustos, creo que he encontrado el más adecuado para ti. No obstante, para que veas lo generoso que soy, voy a ponerte varias opciones sobre la mesa —propuso Raymond al tiempo que colocaba sobre la barra varios trajes de diferentes protagonistas de cuentos de hadas en versión sexy, con cortas faldas y profundos escotes que hicieron que Sabrina levantara irónicamente una ceja.

—Y supongo que las demás también los llevarán, ¿no? —inquirió ella, provocando que una vieja camarera fulminara a su jefe con la mirada—. ¿Y tú cuál vas a ponerte?

—No, serían solo para ti, ya que me he quedado sin camisetas que darte con el nombre del bar.

—¿Ah, sí? ¿Y qué hay de esa pila que he visto en el almacén? —interrogó Sabrina sin tragarse sus mentiras.

—Son trapos sucios.

—Ajá…, podría darte la respuesta que te mereces en este preciso instante, pero, si lo hiciera, me temo que te quedarías muy dolorido para el resto del día y yo estropearía mis zapatos, así que me limitaré a mandarte a paseo.

—Vamos, no seas así: juega un poco conmigo.

—Jugar contigo me ha traído muchos problemas, así que, gracias, pero no —repuso ella con contundencia, dándole la espalda para volver a atender a los clientes, unos cuyas miradas estaban fijas en ellos.

—¡Cobarde! —exclamó Raymond, provocando a esa chica. Y cuando ella se volvió hacia él luciendo una maliciosa sonrisa, los clientes supieron que Raymond se había metido en problemas, ya que a esa mujer se le había acabado la paciencia, aunque él parecía no darse cuenta de ello.

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